EL AMOR Y EL CAFÉ 

El espresso es la vida. Amargo, pero vigorizante. El primer sorbo puede parecer desagradable, pero después de terminar tu taza siempre querrás otro. Y para uno más a menudo no hay suficiente tiempo.

El capuchino es el cariño. Al principio es agrio, luego dulce y ligero, pero de hecho es la misma vida. Pero los momentos en que lo dulce y lo ácido son los mejores. Por cierto, siempre puedes simplemente comer la espuma y no beber, pero muy pocas personas piensan en eso. Aparentemente, todo es lo mismo en combinación.

Latte es sueños, espresso diluido con leche de esperanza y espuma, recuerdas, ¿eh? La misma espuma que viene en capuchino. Pero no hay canela, no hay esa astringencia que te permita sentir el momento.

También hay mokka – café con chocolate caliente. Mokka es melancolía. Grueso y fibroso. Pero incluso la mokka tiene leche. Y una dulzura que no puedes encontrar en el espresso, por ejemplo. No lo siente de inmediato, y cada vez que realmente no entiende por qué lo ordenó. Solo entonces lo recuerdas, en el mismo momento en que se vuelve dulce.

El café irlandés es una pasión. En algún lugar, en el fondo, quemando alcohol. Puedes mezclarlo, entonces prácticamente no se siente si el café está preparado correctamente, por supuesto. Pero él está ahí de todos modos, y todavía inevitablemente te emborrachas. Por cierto, sí, peor que un mal espresso solo puede ser un mal irlandés.

Y ristretto………. Ristretto es la muerte. Aquí es cuando toda la vida está de un trago. Bebes, pides la cuenta y te vas. Normalmente lo es.

– ¿Y amor? ¿Amor verdadero?

El verdadero amor es el café que haces en casa por la mañana. Recién molido, preferiblemente a mano. Con canela, nuez moscada y cardamomo. Café, junto al cual hay que pararse para no huir, de lo contrario el sabor se deteriorará irremediablemente. Es necesario asegurarse de que suba tres veces, luego verter una cucharada de agua fría en el cezve, esperar un par de minutos a que se asiente la espesa. Café que viertes en tu antigua taza favorita y bebes, sintiendo cada sorbo, todos los días. Disfrutando de cada sorbo

(c) Max Fry, Libro de Cafe